El trastorno dismórfico es una percepción distorsionada de la imagen que se tiene de uno mismo, y quienes lo padecen ven o creen ver defectos en su físico que les hace desarrollar comportamientos obsesivo-compulsivos.
Sin embargo, con la influencia de las redes sociales, especialmente aquellas más centradas en las imágenes, se ha agudizado el problema y generado un fenómeno que desde BMC denominaron dismorfia del selfie.
Este trastorno que nace con las redes sociales lleva a quienes lo padecen a compararse con sus propias modificadas con filtros compartidas en redes sociales.
De hecho, hay cada vez más pacientes que acuden a las consultas de los cirujanos plásticos pidiendo parecerse a las fotografías que publicaban de sí mismos en redes sociales después de aplicar varios filtros.
La obsesión por los selfies, por cumplir con un estereotipo de belleza y ganar así los anhelados likes han llevado a muchos niños y adolescentes a esconder su imagen real detrás de filtros que embellecen y alteran sus rasgos faciales.
En conversación con Sofía Fiedler, psicóloga clínica, nuestra sociedad premia cuerpos delgados y pieles perfectas y castiga a quienes no cumplan con ese estereotipo de belleza, creando así un rechazo al propio cuerpo. Lo anterior, según la experta, podría tener consecuencias a niveles físicos, dando paso a trastornos alimenticios.